martes, diciembre 5

ELECTROESTIMULACION (sexo no)

De un tiempo a esta parte, estoy jodido. Me duele aquí, me duela allá, tengo tos cuando respiro y me ahogo.
Uno, que ya lleva muchos tiros pegaos, no se engaña. Estoy hecho un cascajo, llegando a los 49ers.
Después de toda la vida machacándome por el puto grado; sólo quedan las lesiones.

Claro –me digo pa mis padentros- si nunca te has cuidado. Siempre te has puesto y además has escalado.
Qué me pasa? ahora ya no puedo. La autoestima por el suelo, buuuuaaaaaaaaaa

Y entonces es cuando un amiguete listo -rollo genio de la lámpara- se compadece de mi en una reunión y me habla del parato este, el Compex.
Decido preguntar al personal y resulta que too quisqui lo tiene, lo usa y NO dice nada a nidios.
Como si les diera vergüenza.
En cambio, les veo todos los domingos desayunando complejos vitamínicos, papillas con clembuterol, sosa caústica... y eso no les corta...
Pero admitir que usan un cacharro que los pone "bien" y recupera del cansancio y las lesiones, que además les produce masa muscular mientras ven la tele por la noche, los cabrones no lo dicen.
Sólo dan su nombre y graduación que escalan a vista. (chungo si mienten porque: arrieros semos y en el camino nos veremos).

Los electroestimuladores musculares funcionan a través de la transmisión transcutanea de débiles impulsos eléctricos a los puntos motores musculares.
Se puede trabajar todo tipo de fibras musculares, con seguridad de obtener resultados positivos en poco tiempo.
Hay 57.000 modelos. Como yo soy un hechopolvo crónico he tardado poco en tener uno: el Vitality de Compex.
Parece que está especialmente indicado para lesiones y mantenimiento de deportistas. Casi todos traen un programilla para quitarse la tripa, también!!
Otro tema son los precios, los hay para todos.

O sea tíos: no os cortéis y poner un electroestimulador en vuestra vida, os ayudará, por lo menos, a gastaros una pasta.
Es una inversión o es un gasto?

VERDADES COMO PUÑOS

No quiero evitar la ocasión de dar un poco más de audiencia a las acertadas palabras escritas por K en un foro de Caranorte.
Reflexiones muy racionales y razonables.

sábado, diciembre 2

UN EXTRAÑO CLIENTE

Aquel tío era raro, quería escalar una vía en la Civetta a largos alternos, su nombre: Richard Starkey, de Liverpool y lucía muchos anillos –decía que venía de parte de Charlie Watts, del British Mountaineering Council, su careto me sonaba-
Le propuse que primero escaláramos alguna vía más corta, fuimos a la Cassin de la Picolissima, la cosa fue bien: toda en libre y buen horario.
Una semana después la meteo daba cuatro días de anticiclón, el objetivo era el diedro Phillip-Flamm, una clásica.
Aquella tarde llegamos al refugio Tissi, regentado por Giovanni Castello, el mejor del terreno, amigo de guías y escaladores.
Su hija Mónica -fuimos novios siete años hasta que me pilló revolcándome en el dormitorio con una cliente sueca- colmó de atenciones a mi cliente y a mí me dio un pisotón. Yo no entendía nada.
A las cinco de la mañana salimos del refugio. A las seis empezábamos a escalar, los primeros largos son sobre IV+ y a pesar del frío en las manos, como las presas eran grandes, llevábamos buen ritmo. En cuatro horas escalamos doce largos, llegamos a la zona de mayor dificultad –el trato era que yo escalaría de primero los largos más difíciles- es un tramo en que la roca se vuelve rojiza y un poco rota, el grado es alrededor de 6a. Richard trepaba bien –los acantilados británicos son una buena escuela- y en un par de horas más íbamos a llegar a las canales de salida -son unos diez largos- si todo iba bien y no estaban muy mojados en cuatro o cinco horas estaríamos en la cima.
Giovanni me había advertido durante el desayuno, que una cordada de españoles había vivaqueado en la vía –tiene un telescopio: sabe quien entra y quien sale de cualquier vía y si hay un problema es el segundo en saberlo- atrapamos a los españoles al inicio de la chimenea.
Eran dos y parecían buena gente, uno de ellos no le quitaba el ojo de encima a mi cliente. El mirón sacó una caja metálica, lió un cigarrillo y lo encendió -aprovechamos para zamparnos algunas de esas asquerosas barritas energéticas, le pregunté a Richard si quería que los adelantáramos y le recordé el lío que supone escalar durante un par de largos en paralelo con otra cordada, me contestó que no, que prefería guardar turno y que sólo era la una del mediodía- ví como se le hacía la boca agua al oler el alcaloide, entonces lo comprendí todo.
El español le pasó el cigarrillo a mi cliente mientras le preguntaba, ¿de verdad eres tú?, el de Liverpool asintió con la cabeza –yo no entendía nada, sólo intuía que si todos fumaban mucho nos costaría acabar la vía- el otro español revolvió en la tapa de su mochila hasta que sacó una máquina de fotos y un rotulador, le pidió que les firmara en el casco y a mí que les sacara una foto a los tres. Canturreaban ”Come together” y reían, era su turno de escalar y se despidieron hasta la siguiente reunión. Mi compañero estaba ciertamente feliz.
Los españoles se portaron como verdaderos anfitriones -coincidíamos en todas las reuniones, nosotros éramos más rápidos pero Richard no quería que los adelantásemos- siempre nos esperaban con humo y una bebida energética. A las seis estábamos en la cima; más fumar –el inglés estaba imparable- fotos y abrazos.
A las siete oscurecía y bajar la ferrata Alleghesi nos iba a ocupar dos horas. Llegamos al refugio Coldai a las nueve y media, estaban avisados gracias a la radio del Tissi y nos esperaban con cerveza. Despedida y cierre.
Unos días después coincidí en un bar de Agordo con los españoles, me invitaron a beber una grappa y me confesaron estar orgullosos de haber escalado con Ringo Starr.
Yo no entendía nada.