martes, noviembre 14

EL SIMIO ESCALADOR

Para mí, la actividad de escalar siempre ha sido algo muy personal, una experiencia íntima y anónima de alguien que se acerca a la montaña atraído por su belleza y seducido por ese diálogo interior que nos proporciona el contacto con el lado más salvaje de nosotros mismos.

Escalar una gran pared, puede ser algo bastante complicado y difícil. Pero en la experiencia interior de escalar una pared hay un fenómeno de simplificación muy interesante. Dejando a un lado la complicación técnica, la simplificación interior consiste en que todo se reduce a una secuencia de gestos concretos, basados en dos conocimientos muy sencillos: la resistencia de la roca, o el hielo, y la resistencia muscular de uno mismo (sólo en los casos más extremos resulta determinante el conocimiento de la propia resistencia sicológica). No hay valores especulativos, ni precios arbitrarios, ni abstracciones ambivalentes. No hay dobles sentidos, ni intenciones ocultas. Todo es lo que es y tiene un sólo sentido. El problema se reduce a decidir qué movimiento nos permitirá remontar el siguiente metro. Eso es todo. Y esto se repite cada metro de progresión. Una de las bellezas de ese ballet, que es la escalada, consiste en que cada metro exige gestos diferentes, y los buenos escaladores “interpretan” esos gestos buscando, además de la solución del paso, la belleza en la ejecución del movimiento.

Lo que quiero resaltar con todo esto, es la ausencia de cuestiones abstractas. El diálogo se produce con la roca, o el hielo, y con la parte más elemental de uno mismo. No hay nada sobre lo que especular. La roca es la roca y, con un poco de experiencia, ya sabes lo que hay. Y tú eres tú, pero simplificado. Me explico, colgado en una pared, tonterías las justas. Desaparecen las obsesiones, los fantasmas, los valores dobles y las máscaras de la vida social. La cuestión se reduce a lo más básico (y verdadero, me atrevería a decir), sólo necesitas de ti mismo aquella parte más elemental y animal: la capacidad de esfuerzo, la concentración y el instinto. Es básico de narices.
La escalada es un juego de pulsiones elementales que, en los casos más extremos, nos puede llevar a descubrir las maravillas de nuestro sistema más irracional y básico: el sistema hormonal, la función sublime de la adrenalina. Eso sí, el diálogo con la adrenalina es muy exigente y puede ser letal, además requiere una condición física excelente y una fuerza mental también excelente, es decir, cuidadín con el tema. He visto a un tipo dejarse caer para darse un guantazo de unos treinta metros, sólo porque “pensó” (lamentable interferencia) que no aguantaba más en una posición comprometida. El chaval ignoraba la gramática de la supervivencia, el vocabulario de las hormonas. Estoy convencido de que todas las personas tenemos facultades muy superiores a lo que imaginamos, y eso es algo que muchos escaladores saben, palabra de adrenalina.

Max de Sastre La oFiCiNa iMaGiNaRia

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